La educación remota, ante la pandemia por coronavirus, ha transformado la manera de enseñar y de aprender. Y también profundizó las desigualdades. El ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, anticipó hace unos días que no habrá promoción automática en Tucumán a pesar de las dificultades que tuvieron y que tienen muchos estudiantes en la provincia. Todos deberán rendir una evaluación final y acreditar los conocimientos. Las autoridades deberán analizar bien cómo serán esas evaluaciones para que no signifiquen una injusticia: ni promover al que no está en condiciones ni castigar al que no pudo acceder a los saberes que el Ministerio considere que deben estar aprendidos.
Hay algunas consideraciones que deberán tenerse en cuenta para las decisiones a tomar. Un buen porcentaje de niños y adolescentes no contaron con los medios para estar en contacto permanente con sus docentes, ya sea por causas económicas o familiares. No son pocas las casas que no tienen computadora. En esos hogares, hay un solo teléfono celular que solo está disponible por las noches, cuando el papá o la mamá llegan de trabajar. Según datos del Consejo Federal de Educación, el 10% de la matrícula nacional ni siquiera tuvo contacto con los docentes a lo largo de 2020.
En un informe que publicó LA GACETA el domingo, familias de Los Ralos contaron cómo estudian los chicos sin wi-fi ni computadoras, y sin espacios adecuados para concentrarse. Hacen un gran esfuerzo. Aún así, en esas casas a veces tienen que elegir entre comprar comida o cargar datos en el celular para que los estudiantes puedan hacer la tarea.
Es una realidad que se vive en muchas localidades del interior de la provincia y en barrios del área metropolitana. El Gobierno está entregando los cuadernillos que envían desde el Ministerio de Educación de la Nación, pero los propios estudiantes reconocen que no entienden algunos contenidos y que no tienen familiares que los puedan ayudar.
La realidad educativa de la mayoría de los chicos argentinos no es la de las clases virtuales por zoom u otras plataformas. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, casi la mitad de los niños y adolescentes del país no tienen computadora ni acceso a banda ancha para hacer sus tareas: un 48,7% no tiene PC y un 47,1% no cuentan con wifi en su hogar. Esta proporción se eleva a siete de cada 10 en el estrato social más bajo. Además, los pronósticos son poco alentadores: se calcula que aumentará la pobreza en los próximos meses y no se sabe a ciencia cierta cuándo volverán las clases presenciales. ¿Cuántos chicos más quedarán afuera del sistema educativo? ¿Qué pasará con los alumnos que no pudieron acceder a los conocimientos previstos para 2020?
Frente a esta realidad, algunos directores de escuela ya plantearon sus preocupaciones. “Hay que considerar los recursos materiales de cada alumno y de cada escuela. Esto está distribuido de manera desigual. Los estudiantes no eligen no tener conectividad ni computadoras o celulares; es la realidad que les toca vivir. Si evaluamos sin considerar eso o si hacemos una evaluación homogénea, estamos errando. Porque la escuela no debe legitimar la desigualdad”, sostuvo el director del establecimiento del barrio Juan XXIII.
Todavía hay más dudas que certezas. Aun con las oportunidades tecnológicas y pedagógicas que también han surgido en el contexto de pandemia, ver cómo será la educación que queda en este trimestre y durante 2021 exige un amplio debate en el cual el principal desafío será hacer los máximos esfuerzos para que no se profundice la desigualdad educativa.